jueves, 14 de febrero de 2008

“La economía Long Tail” de Chris Anderson

De su contenido, se puede desprender que el mundo está completamente regido por las leyes de potencia y que el concepto de la Larga Cola tan sólo es una prueba más de que Internet también se rige por ellas. No importa si se les denomina Ley de Pareto, Zipf o del 98, estas distribuciones estadísticas pueden ser encontradas si analizamos cualquier aspecto de cualquier muestra. Por ejemplo y sin riesgo a equivocarnos, podemos afirmar que el 20% de las entradas de este blog producen el 80% de las visitas.


Este es un texto para analizar y descubrir cómo Internet está alargando la Larga Cola gracias a la accesibilidad por distintos puntos a un catálogo comercial y a la recomendación de productos por los gustos del cliente tal y como hace Amazon. Internet es un lugar donde se puede hacer negocios a la vez que se pueden llegar a crear nuevos, como hizo Google con su publicidad contextual, Adsense. Llegamos a la conclusión de que cada nicho de la sociedad tiene su público y puede vivir o convivir con éxito dentro de su ámbito y dentro de sus propias limitaciones. Sin duda, la diversidad fomenta y potencia el desarrollo de la Larga Cola.


No nos llevemos a engaño, este no es un libro técnico, es un libro de consumo para aquellos que están interesados en todo lo que se mueve entorno a Internet y Chris Anderson, editor de la revista Wired, enfoca su libro hacia la Red y el desarrollo de la Web 2.0. No debemos olvidar que el descubrimiento de la Larga Cola se debe en parte al desarrollo de la Web participativa, además del comercio de bienes de consumo. Un ejemplo es el que da el propio Anderson con Google Video, un servicio que desarrolló el buscador para competir con YouTube y que desembocó en fracaso cuando Google adquirió la segunda.

Lo curioso es que para Anderson no existe YouTube, no aparece en ninguna de las 315 páginas de las que dispone el libro, tampoco aparece Automattic, la empresa fundada gracias al éxito de Wordpress, ni Pyra Labs desarrolladora de Blogger hasta su adquisición por parte de Google. Y sin embargo sí que aparecen los blogs, SixApart desarrolladora de Movable Type, el gestor de contenidos de blogs profesionales más importante hasta el cambio de estrategia comercial de ésta al pasar de gratuito al cobro, es citada brevemente; Weblogs Inc. la primera empresa que creó una red comercial de blogs destinada a las nanoaudiencias, también aparece citada, pero los blogs y la economía surgida a través y gracias a ellos apenas se destaca.


Por otra parte, Google es, para Anderson, el buscador por defecto, y eso es relativamente cierto, pero en EE.UU. tiene el 70% del mercado sobre otros buscadores. Google aparece poderosamente, sí es la Compañía de Internet, pero tampoco era necesario utilizar machaconamente el sinónimo Google = Buscar en Internet.


Puede que lo más achacable a Anderson en su libro sea su tendencia a preponderar ciertos negocios sobre otros, es posible porque haya estudiado unas determinadas compañías (Netflix y Amazon sobre todo) y no se quiere llevarse a equivocación tratando de comparar con otras situadas en desventaja. Sin embargo, hay algunos aspectos como los señalados más arriba que son errores de bulto que no deberían ser pasados por alto por cualquier lector avezado. ¿Por qué se obvia tan descaradamente a YouTube?


En cualquier caso, y a pesar de ello, es un libro atractivo y ameno de leer para aquel que esté interesado en la economía de Internet y el comportamiento de este mercado que, sin duda, recomendamos su lectura.



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